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Calmar la sed en el mundo no es tan simple como parece

Publicado: 2018-07-16

Aún con el cambio climático a cuestas, las reservas de agua dulce en el mundo no han cambiado sustancialmente en los últimos 20 años. Si sumamos el volumen registrado en ríos, lagos, acuíferos e incluso, todos los cuerpos helados de la tierra; obtenemos una cifra de locura: una reserva mundial de 4, 281,000 millones de m3 de agua dulce.

Según la FAO, la demanda mundial de toda la humanidad y sus actividades económicas, representan, solo el nueve por ciento de todo ese volumen. Entonces, el agua dulce en el mundo no debería preocuparnos. Aparentemente tenemos de sobra. Pero… ¡aguanta! las cosas no son tan simples como parecen. De otro modo no tendríamos sed ni sequías azotando al mundo.

El primer problema con el agua, es su disponibilidad. Gran parte de las reservas corresponden a la porción retenida en nevados, glaciares y lagos; depósitos que registran además, una velocidad de reposición tan lenta que una intervención directa para su extracción en volúmenes industriales, termina siendo una locura. Secar lagunas o derretir los nevados con el objetivo cortoplacista de cubrir la demanda hídrica de áreas agrícolas colindantes o el creciente uso doméstico de las ciudades, sería un atentado nocivo para todo el ecosistema que se erige a su alrededor. 

Las reservas de agua no son una mercancía que deba transformarse en dinero, se trata más bien del legado que debemos preservar para que nuestros hijos tengan un futuro.

El segundo gran problema es su distribución en el mundo. Dotaciones naturales que no guardan relación con el área ocupada por un país o su densidad poblacional. Por ejemplo, el continente americano aloja al 13% de la población mundial pero dispone del 45.6% de todas las reservas de agua dulce del planeta. Mientras que el continente asiático, con el 60% de la humanidad, solo dispone del 27,7%. Si dios fuera justo y la naturaleza se rigiera por la equidad, esta disponibilidad debería invertirse. 

Pero las cosas se complican aún más. Por ejemplo, en América, la dotación hídrica tampoco guarda coherencia con la distribución de las personas o su capacidad de aprovechamiento. Gran parte de sus reservas se encuentran al sur del continente, discurriendo pasivamente hacia el atlántico por la gran selva amazónica; precisamente la región menos poblada, con menor actividad económica y con todas las restricciones que un foco de biodiversidad debería mantener; el resultado: agua dulce que no se aprovecha.

El tercer gran problema, es el uso actual que le damos a este recurso. Las tres grandes actividades que consumen agua en orden de importancia son; la agricultura irrigada, la industria y el consumo de las ciudades (municipal). Siendo el primero, el que se lleva casi el 70% como promedio mundial. Sin embargo, esta proporción varía con la región. Mientras que en África y Asia, más de 80% se destina a la agricultura; en América y Europa, esta actividad consume el 48% y 25%, respectivamente. Que hay de malo con esto -pues que la agricultura es la actividad más ineficiente en el uso de este recurso y la mayor ineficiencia se da, aparentemente, en las regiones más pobres de la tierra.

Pero estas cifras también muestran otro resultado interesante; parece existir una relación inversa entre la participación de la agricultura en el PBI y el nivel de prosperidad en un país. La ecuación sería así: menos agricultura, más bienestar económico.

¿Que complejo, verdad? -Bueno ahora que ya sabemos cuales son los problemas, es hora de plantear soluciones. Así que bienvenidas las ideas, criticas y sugerencias.



Escrito por

Rogelio León

Ingeniero Agronomo de profesión. Autor del libro "Con aroma a flor, la ecuación del éxito en los negocios del futuro"


Publicado en

Crops revolution

recortes del libro Crops Revolution. La historia de la humanidad vista desde el ojo de un agricultor.